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viernes, 22 de enero de 2016

Verano: cómo cuidar la piel sin demonizar al sol

La exposición solar tiene muchos efectos negativos para el cuerpo humano, pero también registra algunos beneficios. Cómo encontrar el equilibrio adecuado



Durante el verano, la gente disfruta de estar bajo el sol y aumenta el tiempo y sus actividades al aire libre. Sin embargo, la luz solar tiene un lado peligroso: puede dañar la piel e incluso los ojos. Por eso, para minimizar los riesgos, existen medidas relativamente simples que permiten así continuar disfrutando de los efectos saludables del sol.

"Nosotros, los dermatólogos, venimos haciendo campaña desde hace muchos años. Creo que es necesario generar una cambio en la cultura de nuestra relación con el sol para entender que no se trata del peor enemigo. Pero tampoco podemos estar tirados 'como lagartos', expuestos a su radiación", puntualizó el doctor Jorge Laffargue, médico dermatólogo, jefe de la Sección de Dermatología Quirúrgica del Hospital Pedro Elizalde y referente de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD).

Como parte de aquel cambio, el especialista reconoció la importancia de educar a los niños en estos temas. Se busca fomentar la formación sanitaria en los colegios de modo tal que ellos contribuyan a la divulgación de estos conocimientos en el seno familiar.


Razones para cuidarse

Los rayos ultravioleta (UV) son un componente invisible de la radiación solar que pueden penetrar la piel y dañar las células. Las quemaduras de sol son un signo de ese daño en la piel.

El bronceado tampoco es saludable, ya que aparece después que los rayos del sol ya mataron algunas células y dañaron otras. Los rayos UV pueden causar lesiones en la piel durante cualquier estación del año y a cualquier temperatura. También pueden causar problemas en los ojos, arrugas, manchas en la piel y ciertos tipos de cáncer de piel.

Los dos tipos que suelen ocasionar daños en la piel son los ultravioleta A (UVA) que afectan las capas profundas de la piel y los ultravioleta B (UVB) que dañan las capas externas y causan quemaduras. La mejor manera de disminuir el riesgo de cambios cutáneos es proteger la piel del sol. Esto incluye el uso de filtros o protectores solares y otras medidas de protección.
Recomendaciones por edad

Para dividirlo en edades, a los padres primerizos de niños menores de un año se les aconseja que eviten destinos vacacionales en lugares muy expuestos al sol, como la playa. En su lugar, el doctor Laffargue recomienda elegir destinos en los que el menor pueda estar protegido de la radiación solar casi de forma constante, como en una quinta.

Cuando se viaja con chicos de uno a tres años de edad, la costa no es un destino vedado. No obstante, "sería muy deshonesto decirle a los padres que vayan a la playa y hagan 'vida normal'. Todavía vemos en la orilla del mar a niños que están completamente desnudos mientras sus padres les toman fotografías a las 12 del mediodía. El menor puede que lo disfrute porque el agua de mar lo refresque pero, en realidad, no tiene interés por broncearse sino que, por el contrario, le molesta el ardor de la piel luego de quemarse. Por este motivo, es importante ser conscientes sobre ese aspecto", detalló el especialista.


Es necesario respetar los horarios indicados para la exposición solar y evitar aquellos en los que la radiación es más fuerte. Si las personas se encuentran en una zona expuesta al sol en la franja horaria de mayor riesgo, entre las 10 y las 16 hs, es importante reforzar las medidas de protección como el uso de gorros, lentes, protector solar, remeras y buscar lugares donde haya sombra. "Si en ese horario estamos en la playa, podemos hacer una pausa para ir a comer, pero es fundamental protegernos en ese horario", destacó el Dr. Laffargue.

"Con los chicos más grandes y los adultos se deberían mantenerse las mismas prácticas. Es como cuando uno se acostumbró a lavarse las manos y los dientes y luego mantiene esta práctica durante toda su vida. Entonces, cuando uno incorporó desde pequeño conductas como ponerse protector solar media hora antes de exponerse al sol y volver a aplicar cada dos horas, también es una rutina que se mantendrá de por vida", agregó. Esto permite reducir los riesgos a futuro de transformación de lesiones malignas en la piel.

"Tengo que recordar que estamos viendo transformaciones malignas como epiteliomas, carcinomas y melanomas en gente cada vez más joven. Es una verdadera pena que esto suceda, sobre todo cuando se trata de algo que somos capaces de prevenir", puntualizó el especialista.


Piel y protectores

Según destacó el doctor Laffargue, los protectores solares han sido un gran avance en los últimos 30 años. Hoy existen protectores, filtros y verdaderas pantallas. Para elegir entre todas las opciones disponibles la más adecuada es importante "saber cuál es mi piel".

"Si se trata de una piel muy blanca, que los dermatólogos denominamos 'fototipo 1', esa piel en la que se quema sin broncearse y se le irritan los ojos al paciente, es importante que además del uso de las cremas, se protejan la vista con lentes de sol, usen gorros e indumentaria adecuada", explicó el dermatólogo.

Por otra parte, de acuerdo con el especialista, aquellas personas de tez más morenas, como quienes tienen piel de fototipo 6, ya tienen una discreta protección natural por lo que las medidas de cuidado serían menores aunque siempre es necesario protegerse de la radiación solar.
Niveles de protección

Los protectores solares se clasifican según el factor de protección solar (FPS), un número que identifica la acción contra los rayos UV de acuerdo con el tipo de piel. Hoy es habitual hablar del valor de los factores de protección, si es de 30, 40, 50 o más. Se supone que a mayor FPS, mayor defensa. Como aproximación, se considera que el FPS es el número de veces que el producto aumenta la defensa natural contra la radiación solar.

De acuerdo con la ANMAT, los protectores se encuadran, a modo de orientación, de la siguiente manera:
Protección baja (FPS entre 6,0 y 14,9): para piel poco sensible a la quemadura solar.
Protección media (FPS entre 15,0 y 29,9): para piel moderadamente sensible.
Protección alta (FPS entre 30,0 y 50): para piel muy sensible.
Protección muy alta (FPS entre 50 y 100): para piel extremadamente sensible.

Sin embargo, según el especialista, desde el punto de vista de la evidencia científica no existe mucha diferencia en el nivel de protección superado el factor 20. "Esto se debe a que todos los protectores caducan su efecto a la hora y media o dos horas luego de haber sido aplicado", señaló el doctor Laffargue.

Esto quiere decir que es importante repetir la aplicación de los protectores solares, por lo menos cada dos horas durante la exposición al sol. "Esa es la verdadera protección".

"Ponerme un 'protector 70' no quiere decir que tenga el triple de protección que si usara una crema factor 20, como tampoco significa que su efecto me durará el triple. A las dos horas también deberé repetir la aplicación", completó el experto.




Sol y herpes

Además de evitar daños en la piel, el uso de protectores solares permite minimizar los brotes de herpes labial. Se trata de una afección muy común, causada por el virus herpes simple, que aparece con mayor frecuencia en el verano, debido a la exposición prolongada al sol, pero también ocurre por esta causa durante el invierno. 

Produce dolor y quemazón en el labio. Luego aparecen vesículas o ampollas que se transforman en úlceras y costras. El cuadro se resuelve en siete u ocho días y, algunas veces, se acompaña de un aumento del tamaño de los ganglios vecinos al lugar de las lesiones.

El virus se transmite de persona a persona por contacto directo, por ejemplo, al besarse. El contagio también puede producirse por medio de objetos contaminados, como los que se utilizan para comer y beber. Ocurrida la primera infección, el virus permanece latente o inactivo en el cuerpo, a veces, por muchos años o de por vida. Con frecuencia, se reactiva y reaparecen los síntomas.

Esto puede deberse a otros factores además del sol, entre ellos, el estrés, la fiebre causada por una enfermedad infecciosa y la menstruación. Algunas personas tienen uno o dos episodios al año, mientras que otras los repiten con mayor frecuencia.

Para aquellas personas con herpes labial recurrente, la exposición solar además del esperado bronceado puede precipitar la aparición de lesiones. Lo importante es no angustiarse y saber convivir con él. Si bien no existe un tratamiento curativo, puede aliviarse o prevenirse con los antivirales en dosis bajas y muy bien toleradas. 

La medicación actual permite acelerar la cicatrización de las lesiones, y el tratamiento supresivo consiste en administrar antivirales a diario durante períodos prolongados para evitar nuevos episodios.
Si el brote no pudo prevenirse, además de evitar las situaciones que favorecen el contagio, es importante lavarse las manos con frecuencia. Una higiene adecuada puede eliminar el riesgo de propagar la infección hacia otras áreas del propio cuerpo, como los ojos.